Otro año más y van cuatro. En realidad esta es la 5º edición del festival, porque la primera se celebro en la Sala Azkena de Vitoria y no estuve presente, pero en la cuatro ediciones al aire libre que se han celebrado he estado sin falta. Cierto es que me he perdido algunos buenos conciertos, siempre por temas laborales, pero ni nada ni nadie podrá detenerme para llegar a Vitoria el viernes por la tarde y vivir la experiencia Azkena en su totalidad.
Ahora, analicemos el festival desde varios puntos de vista:
1. ORGANIZACIÓN
En mi opinión, el Azkena, con sus virtudes y sus defectos, es el mejor festival de España desde el punto de vista organizativo. Todos hemos vivido festivales en los que tragamos polvo, aguantamos zonas de camping asquerosas y abarrotadas, tenemos que padecer colas infernales para pillar una cerveza y hay momentos en que no nos podemos ni mover debido a la cantidad de gente que llena el recinto. Y nos aguantamos y pensamos «en fin, es un festival, ya se sabe».
Y la organizacion de dichos festivales sigue haciendo lo mismo año tras año, con unas infraestructuras lamentables y el público sigue tragando mierda tras mierda con la excusa de que es un festival.
Obviamente, un festival es un sitio en el que pasas muchas horas de pie, incómodo y cansado, y lo peor es que la mayoría de ls veces la organización hace todo lo posible para hacer que te sientas así, porque en vez de preocuparse de la comodidad del público solo piensan en vender 1000 entradas más.
En el Azkena la filosofía es diferente, todo está pensado para la comodidad del público, preocupándose por pequeños detalles que hacen mucho por el confort de los allí presentes, y esto es realmente de agradecer.
Ejemplos: Un recinto con el espacio para el doble del aforo que el numero de entradas que se venden, ningún concierto se superpone, barras enormes en las que no tienes que hacer cola, una gran carpa en la que TODO el festival puede refugiarse en caso de chaparrón, zona de camping pegada al festival…
¿En que han mejorado este año? Pues en cosas pequeñas, pero que pueden ser muy importantes: poner los horarios en el lateral de los escenarios, adjuntar una copia del horario aparte de la del libreto del programa, poner barras en los huecos muertos tras las mesas de sonido, en fin, que hay que vivirlo para comprenderlo…
2. CONCIERTOS
Este año, a priori parecía muy cojo de cartel respecto a ediciones anteriores, pero poco a poco se fueron perfilando sorpresas muy agradables.
Comentemos lo que pude ver:
– VIERNES:
Llegué a Vitoria a las 18:30 de la tarde, con el tiempo justo para aparcar, recoger mi entrada, montar la tienda y pillar una cerveza que disfrutar al ritmo de los Eagles of Death Metal. Tenía muchas ganas de ver el combo paralelo de Josh Homme (el cual no estuvo presente) y ver como se desenvolvía en escena ese cachondo cantante, con pinta de un cruce entre un Elvis del infierno y un Freddie Mercury en su mejor momento de gloria.
El concierto sonó muy y el carisma del cantante enganchó a los más entregados de los allí presentes. Su rock desquiciado, entre stoner y rockabilly sonó realmente bien y me hizo mover la cabeza freneticamente en un tema tras otro.
Lástima que la hora que les tocó no era la más adecuada (era de día) y mucha gente no estaba muy concentrada en una actuación que se hubiese merecido más.
Durante las actuaciones de Big Star y Red Kross aproveché para cenar y tomar unas copas. La verdad es que Big Star sonaban bastante bien a lo lejos, y a Red Kross tenía ganas de verles, pero dejé pasar la oportunidad malamente.
En cualquier caso, estaba listo para los reyes de la noche: Buckcherry
Estaba muy interesado: un muy buen grupo, con dos primeros discos brillantes, un nuevo disco que apenas he escuchado y que ha cambiado a casi todos sus miembros. Pues me fliparon.
Tremenda banda, con un cantante y líder profesional como pocos, que se sabe su papel pero que no resulta falso. Joshua Todd se mueve en el escenario como si estuviese allí toda la vida, manejando a su banda y animando al público, que se entregó a ellos desde la primera nota.
Temazos uno tras otro: Increible «Porno Star», para mí su mejor tema, «For The Movies», etc, intercalándolo con los mejores temas de su reciente album «Thirteen». Yo quedé plenamente satisfecho y todo el público estuvo de acuerdo.
Eufórico tras tal evento, me esperaban los cabezas de cartel del viernes. Yo pensaba que tampoco me gustarían tanto, que en disco nunca me han vuelto loco, pero los New York Dolls salieron a matar y dieron toda una lección del Punk-Rock de la vieja escuela, de lo que sonaba en el CBGB allá a finales de los 70’s, que nos dejó con la boca abierta.
Se ve que la veteranía es un grado, y nos dieron caña por un tubo, con un David Johanssen más furcia que nunca y con Sylvain Sylvain controlando la parte musical. Muy muy buenos.
– SÁBADO:
Una de las tradiciones de este festival al menos para mi, es que el sábado te levantas sobre las 12 AM y te vas a dar un paso por el casco viejo de Vitoria. Y hasta la hora de regreso al festival para ver a los primeros grupos, lo suyo es darse una sesión de gastronomía a base de pinchos y Txacolís para ponerse uno a tono.
Con el estómago ya contento, nos dirigimos al recinto festivalero, justo para ver el comienzo de los Nomads. A los veteranos suecos les ocurrió lo mismo que a los Eagles of Death Metal: una hora pésima y un publico no muy motivado. Pese a todo dieron un concierto de rock’n roll de gusto clásico que hizo que moviésemos las caderas un rato.
A continuación, la primera gran revelación del festival: Supagroup.
Épicos, magníficos, con clase y tablas, con temas que enganchan a la primera escucha, himnos inmediatos, y se van dejándote una estúpida sonrisa de felicidad en los lábios y una sensación de haberlo pasado en grande.
Este grupo es contundente, divertido, dan espectáculo y tiene todas las papeletas para entrar entre los grandes. Son unos músicos jóvenes que aman lo que hacen y quieren pasárselo bien. Y para ello lo mejor es invitarnos a todos a su fiesta. Aún queda esperanza para el rock.
Y tras la faceta más festiva del rock, vinieron los represantes del otro extremo: el rock, cósmico, místico y trascendente. Tres chavalitos australianos se subieron al escenario y se mearon sobre el resto de grupos que habian tocado y que tocarían a continuación.
Wolfmother. Si no habeis leido la crónica de su disco en esta página deberíais hacerlo y luego imaginaros lo que hicieron sobre ese escenario: temas alargados en directo en desarrollos instrumentales de otro planeta, una presencia escénica potente, en una fina línea entre el éxtasis y la locura, con un bajista/teclista totalmente desquiciado, un batería que clavaba los ritmos como un metrónomo y el cantante y guitarrista, que con esa voz surgida del abismo creaba la atmósfera perfecta para la alucinación colectiva que allí aconteció.
Todos caimos en su embrujo, y de nuevo me invadió esa sensación de abrumadora felicidad que mi indicaba que lo que estábamos viendo era real, e increible.